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Feminismo

Polanski: el chivo expiatorio de la censura feminista.

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Polanski lo es todo para el cine, un verdadero genio capaz aportar clásicos a la historia de Hollywood como Chinatown, Rosemary’s Baby y El Pianista, tanto es, que de estar en el encumbramiento cinematográfico, hoy es el nuevo paria de la industria, señalado, estigmatizado y magullado por la cada vez más preocupante censura feminista. Hoy en día se habla más de campañas que desacreditan su nombre, que de su indudable virtud como director, como El Director.


Carlos Augusto Díaz

Licenciado en Estudios Internacionales


Las últimas acciones han llegado en el estreno de su película J’accuse, sobre el caso Dreyfus, quien fue acusado de espionaje por el gobierno francés y condenado a muerte; luego se descubrió que se trataba de una calumnia motivada por el antisemitismo. Así se siente Polanski, hostigado, perseguido por un pasado resarcido que las organizaciones feministas abren una y otra vez, en la búsqueda de algo que justifique sus actividades, de un chivo expiatorio que mantenga vivo su movimiento. 

El estreno del film ha sufrido boicots de todo tipo. A pesar de ser galardonado con el Gran Premio del Mostra de Venecia, la presidenta del jurado no acudió a la proyección de lo que según su postura, es la película de un violador. Lo que se cuestiona es la honorabilidad del señor Polanski, pero no se cuestiona la falta de ética y responsabilidad de aquella señora que debiendo cumplir con su deber, lo hace a un lado por la idea que tiene sobre el director; en segundo lugar, no se trababa de un simposio acerca de Roman, o un agasajo en su nombre, se trataba de la presentación de su nueva película, y no es más que eso, una película, independientemente de quien sea su autor, un trabajo que cuenta con méritos y vida propia. Se trata del respeto a cada una de las personas que trabajaron en la producción de la misma.

El segundo golpe vino con la proyección en las salas de cine, grupos feministas bloquearon las entradas de algunas salas para protestar al canto de “Polanski violador” y “difusores cómplices”. ¿Qué clase de falacia es esta? Procuran censurarnos, y procuran señalarnos a quien realmente admiramos el trabajo de este fenomenal director. En primer lugar, quienes asistimos a ver la película, y las empresas de cine que se encargan de proyectarlas no somos cómplices de lo que estas mujeres acusan a Polanski. 

En segundo lugar, estamos consumiendo un servicio, viendo específicamente una película, no estamos sujetando a ninguna mujer para que sea violada por Polanski, así que bajo ninguna circunstancia permito que me acusen de cómplice de violación por ver J’accuse. En tercer lugar, De todo lo que acusan a Polanski, solo hay un caso certificado, que se da por resarcido por la misma víctima, quien considera que Roman ya cumplió su condena moral, y reparó los daños que le causó hace 42 años.

De lo demás, no hay sustento legal de nada, sino acusaciones desfasadas que pueden ser tan reales como falsas, y que a pesar de que no sean verdaderas, mancillan el nombre y la integridad personal del sujeto sin posibilidad de limpiarlo; el daño ya está hecho, ya nadie le puede quitar la etiqueta, ni siquiera porque judicialmente una resolución demuestre que los casos posteriores solo han sido una trama. Los grupos que le acusan son parte y juez, verdugos que ya lo condenaron sin probar nada, al igual que a Dreyfus.

Me causa mucho pesar que hoy la imagen de este gran director y superviviente solo muestre esto, acusaciones y agresiones. Me pesa que Polanski sea tildado como una bestia peor que aquellos nazis que aniquilaron a su familia en campos de exterminio, o que aquellos asesinos que mataron a su esposa embarazada a sangre fría, como quien abre la panza de una iguana solo para sacar sus huevos, por el simple hecho de pertenecer a una élite que había que acabar. Roman pasó de pisoteado a ilustre, y luego de ilustre a pisoteado nuevamente, a ser una víctima del odio. 

Hoy, Roman sigue siendo una víctima con un cartel impuesto de victimario, pero no de asesinatos físicos, como a sus padres y su esposa, sino víctima del asesinato de su memoria, de sus méritos, de su humanidad, que es peor. Fue expulsado de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, y ahora puede ser expulsado de la Sociedad Civil de Autores, Realizadores y Productores, por escándalos, porque no se ha probado más que eso. Lo repito, el daño ya está hecho y no puede repararse. 

Estos grupos feministas creen que defienden la moralidad, pero no hacen más que acercarnos a los autoritarismos, al linchamiento civil y a la polarización. Las personas deben gozar de la libertad de decidir si consumen el material de un artista o no, por razones personales, no porque me lo prohíba tácitamente una asociación bloqueando las salas del cine, o que peor aún, me censuren moralmente por querer asistir a la proyección, acusándome de violador, de cómplice, de indolente y cualquier otro descalificativo que se les ocurra para hacerme sentir en contra de mí mismo. 

Imponer la censura a otro es coartarlo de su propia voluntad, y así, es como nos iremos acercando más no a las tiranías gubernamentales, sino a la tiranía de las masas, ejecutando prácticas soviéticas o nazis como quemar libros, prohibir su difusión, las de películas o la opinión de distintas personalidades, – ¿por qué? – “Porque está mal” – ¿por qué está mal? – “Porque nuestro bando del bien lo considera así, porque debes elegir entre la noble causa feminista y el apoyo a un violador”.

Así es como se despersonaliza a alguien, señalándolo con todo tipo de adjetivos negativos, sin dejar cabida a ninguna virtud. Hoy es Polanski, mañana será quien sabe quién, todos estos juicios de violenta moralidad me recuerdan a El Extranjero de Albert Camus, donde el juicio de homicidio que enfrentó Meursault estuvo marcado por la acusación de los testigos de que no lloró en el velorio de su madre y por haberla ingresado en un ancianito, no por el delito en sí de haber matado a un hombre. En aquel caso no sentenciaron un crimen, sentenciaron la personalidad de un sujeto. 

Si la vida se tratara de censurar las artes, probablemente no podríamos gozar de ningún artista que valga la pena. Censuraríamos a García Márquez porque Juvenal Urbino, el protagonista de El Amor en los Tiempos del Cólera mantuvo una relación sexual con una preadolescente, acusándolo de ser una apología de la violación, o a Anthony Burgess, porque sus protagonistas en A Clockwork Orange también fueron violadores, aunque posteriormente rectificaran, porque en esta sociedad donde nos distinguimos entre violadores y violados, no hay rectificación. 

La diferencia, ellos están muertos y Polanski vivo, ¿Qué sentido tiene agredir a un muerto si no puedes ver como arruinas su vida?, la otra diferencia, la mayoría no lee pero si ve películas, entonces es más fácil atacar a alguien con mayor visibilidad. Sea todo cierto, o todo falso, Polanski es y siempre será una pieza más que significativa en la historia del cine, aunque trabajen en negarlo. Siempre habremos quienes lo defiendan. 


Esta publicación expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente representa la posición de Students For Liberty Inc. En el Blog EsLibertad estamos comprometidos con la defensa de la libertad de expresión y la promoción del debate de las ideas. Pueden escribirnos al correo [email protected] para conocer más de esta iniciativa.

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