Regino Vázquez
Coordinador Nacional del Norte de México
Estamos en Junio y por si no lo han notado hay más arcoíris por todos lados, lo anterior se debe a que en el mundo occidental estamos en el mes del orgullo LGBTQ+, se celebra en Estados Unidos en desde la década de 1950, pero se hizo “oficial” en el año 2000 y, cada año, pareciese alcanzar cada vez más países y a más empresas. Esto hace que el tema de conversación casi obligado sea sobre temas de diversidad sexual, derechos sexuales, entre otras cosas que a muchos conservadores hacen que se les frunza el ceño, mientras que para los progresistas es como si fuera su navidad. ¿Pero, donde entramos los liberales? ¿Debemos celebrar que Cartoon Network ponga de foto de perfil facebook un arcoíris? ¿Nos debe molestar ver las enseñanzas bíblicas siendo pisoteadas por desfiles de gente semidesnuda y maquillada?
La respuesta a estas y más preguntas que corren por la mente de varios liberales durante el mes del orgullo es más complicada de lo que parece. Si bien, bajo las ideas de la libertad, impera el Principio de No Agresión (NAP), y que cada persona haga con su vida lo que quiera mientras no lastime ni la vida, propiedad o libertad de otro ser humano, también estamos en desacuerdo con los dogmas que la agenda progresista fervientemente empuja bajo un umbral de buenismo contra el que no es muy políticamente favorable discutir.
Con lo anterior expresado, al argumento conservador se podría diluir muy fácilmente con nuestro adorado NAP y argumentando que no existe nada como una moral pública, sino una sociedad con millones de individuos y empresas independientes que deciden expresarse como les plazca mientras no se violen los derechos de manera directa a otros individuos. Cualquier argumento contra la libertad sexual tendría que tener, como cualquier argumento que odie la libertad, un corte de colectivismo, y dogmatismo. Que con ver un poco los datos, y la realidad estos resultan muy frágiles. Ni se diga de argumentar cosas como que antes cazabamos mamuts o argumentos que narran sobre una época pasada muy gloriosa, que solo basta mirar un poco los datos para ver que nunca ha habido una mejor época para existir que la actual. No importa si se ve en lo material, espiritual, o calidad de vida, en todos estos rubros, el individuo está mejor que nunca. Recomiendo mucho ver los datos de Our World In Data o bien, de Human Progress, para ser testigos de cómo somos más libres, y ricos que nunca (desde que se registran datos).
Por el lado progresista, resulta nefasto, que tomen una causa tan noble como lo es la libertad sexual, y le incluyan su particular carga de victimismo, y de querer calificar a todos los seres humanos por su género, identidad sexual, color de piel, y estatus socioeconómico, entre otras características identitarias para ver quien sí está dentro del arcoíris de la diversidad, o quien es su enemigo. Y terminan por caer en el dogma que tanto le critican a los conservadores. Convirtiendo el mes del orgullo, en el mes de la víctima. Este mes está hecho para celebrar la libertad, y aquel que no está dispuesto a defender a la minoría más pequeña del mundo, que es el individuo, sino a clasificar a todos con etiquetas, está destruyendo a la diversidad misma, y con ello a la libertad.
Por la parte del sector privado, pareciese que las empresas norteamericanas, y europeas, han tomado ya el bando de la diversidad, y la inclusión. Resultando en algunos casos en un aumento de utilidades o en una mayor captación de mercado. Sin embargo, hay algunas empresas, que desconociendo a su público, adoptan estas posturas de mostrar el arcoíris en sus logos, y terminan generando resentimiento en sus clientes, y llegando en los peores casos a boicots comerciales. Aquí las empresas deben ser muy autocríticas consigo mismas para evaluar si realmente apoyan la diversidad sexual, y celebran la libertad esto con todas las consecuencias, y ventajas que conlleva. Si se pintan de arcoíris en San Francisco, lo deberían de hacer también en Dubái, de lo contrario sólo son hipócritas, y con una rota brújula moral.
Sin embargo, desde un punto de vista objetivista, la postura éticamente correcta, es respetar la diversidad, y promulgarla si se cree en ella. Nunca se debe medir la ética con parámetros utilitarios, la maximización NO es un valor objetivista.
Por otra parte, este debería de ser un mes para reflexionar acerca de la libertad, y su lucha que ha tenido en las últimas décadas. No hay que olvidar que la libertad exige su eterna vigilancia y no hay que darla por sentado ya que apenas hace unas décadas todavía se castigaba con cárcel a los individuos por expresar sus sentimientos románticos en forma pública a alguien de su mismo género.
Finalmente, más que ser un mes para celebrar la libertad de amar, no debe de olvidarse que es el mes del orgullo, valor pocas veces discutido por los liberales, mientras que la filósofa Ayn Rand lo describe como el valor supremo en su escala de valores. Deseo finalizar estas líneas con lo que la autora pensaba acerca del orgullo como valor, al que cualquier ser humano con autoestima y racionalidad debiese tener al orgullo como la meta máxima, ya que un individuo orgulloso está libre de las cadenas colectivistas, y solo rompiendo estas cadenas es capaz de amarse a sí mismo, pilar sin el cual no se puede amar a otras personas, aspiremos a vivir una vida llena de orgullo, en Junio y siempre.
Ayn Rand (For the new Intellectual, p. 130. 1961):
El orgullo es el reconocimiento del hecho de que eres tu propio valor más alto y, como todos los valores humanos, tienes que ganarlo: Este reconocimiento es lo que hace posible todos los demás logros, la creación de tu propio carácter. —Que tu carácter, tus acciones, deseos, y emociones son producto de las premisas que posee tu mente— que, como el ser humano debe producir los valores físicos que necesita para sostener su vida, de la misma forma debe adquirir los valores de el carácter que hace que su vida valga la pena vivir, que así como el ser humano es un ser de riqueza hecho por sí mismo, también es un ser de alma hecho por él mismo, que vivir requiere un sentido de autoestima, pero ningún individuo tiene valores en automático, no tiene sentido de autoestima y debe ganárselo moldeando su alma a la imagen de su ideal moral, a la imagen del humano, ese ser racional que nace capaz de crear, pero debe crear por elección, ya que es esa la primera condición previa de la estima es ese egoísmo radiante del alma que desea lo mejor en todas las cosas, en valores de materia y espíritu, un alma que busca, sobre todo, lograr su propia perfección moral, valorando nada más que a sí misma, y lo que demuestra una autoestima lograda es el estremecimiento de desprecio y rebeldía de su alma contra el papel de convertirse en un animal de sacrificio, contra la vil impertinencia de cualquier credo que se proponga inmolar el valor insustituible que es su conciencia y la gloria incomparable que es su existencia ante las evasiones ciegas y el estancamiento de los demás.
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