Cuando se habla de democracia se menciona expresamente a primera instancia el proceso electoral que dispone una población para elegir por medio del “voto” a uno de los postulantes al manejo presidencial del país, en cuyo contexto el ganador resulta ser quien tiene la mayoría relativa o absoluta de los votos. La elección por medio de la votación expresa la “voluntad de la ciudadanía”. En este marco surgen varios cuestionamientos; ¿La voluntad de los ciudadanos está exenta de cualquier manipulación? ¿Acaso puede la democracia estar en riesgo sino existe una auténtica voluntad individual que emerja de la verdadera intencionalidad del sujeto? ¿Qué relevancia tiene la información en la que se basa la voluntad para tomar una decisión?
Aquí es donde radica mi preocupación, en la categoría de “voluntad”, cuando hablamos de ella nos referimos principalmente a la facultad de poder elegir con libertad una decisión o conducta, cuando trasferimos esa voluntad a la colectividad decimos que la “Voluntad colectiva” es la que directamente elige a los arquitectos del futuro de un país (también son llamados presidentes).
El filósofo Zizek tenía una interesante reflexión sobre la farmacoterapia usada en psiquiatría, él sostenía lo siguiente: si un paciente tomaba tranquilizantes y otros medicamentos para modificar su conducta ¿Dónde quedaba su voluntad propia si la medicación modificaba lo que realmente es como persona?
Con Zizek podemos reconocer que a la voluntad se la puede doblegar de diversas formas, pero también urge mencionar que nuestra voluntad (como base de nuestras decisiones) ejecuta diversos accionares dependiendo de la información que dispone previamente de su entorno, es decir, una persona antes de hacer algo necesita conocer lo que está haciendo, el lugar en donde lo hace y el propósito de lo que piensa hacer.
Es aquí donde ya podemos completar la idea principal en decir que: La voluntad colectiva para elegir al líder de un país por medio de la votación depende de la información que dispongamos previamente sobre cada postulante.
Es en este punto donde el mecanismo de la democracia (el voto) deja una interrogante ¿Si el ciudadano elector es manipulado para elegir un representante a través de la información intencionalmente distorsionada, estaríamos hablando de una democracia o de una demagogia?
La opinión publica moldea el perfil que nosotros disponemos de cada postulante, esa opinión que nosotros construimos de cada postulante lo efectuamos mediante datos que recibimos generalmente de los medios de comunicación y de las redes sociales.
En la última década las fake news (noticias falsas) tuvieron un papel protagónico muy importante en la construcción de las erradas impresiones que los ciudadanos forman sobre los postulantes a cargos gubernamentales de alto rango, incluso durante las elecciones de Donald Trump se vieron que cuentas rusas en facebook emitían ingentes cantidades de artículos falsos en donde se manejaba información arbitraria y manipulada para desprestigiar a sus opositores como también para engalanar y embelesar a quien ahora es presidente de Estados Unidos.
Las noticias falsas no solo repercuten en el ámbito político, también promovieron la divulgación de ideas en contra de las vacunas, modalidades tecnológicas como el 5G, entre otros aspectos, todas ellas tienen un denominador en común; el riesgo que tienen en inducir a malas decisiones que pueden derivar en resultados catastróficos. Lastimosamente existen medios de comunicación que son indiferentes a la verdad de sus noticias, sino que priorizan del alcance que pueda tener a la mayor cantidad de espectadores independientemente de la validez de sus datos.
En periodos electorales nos sometemos a un incesante bombardeo de información, desprestigios, tergiversaciones y deslegitimaciones que indirectamente manipulan la opinión publica de manera desconsiderada. La mala información trae consigo una interpretación equivocada del entorno al que hace referencia y motiva malas decisiones. Aceptar una noticia errónea sin cuestionamiento alguno es aceptar una manipulación involuntaria.
Para construir una auténtica democracia el ciudadano necesita instruirse y crear una opinión en base a información de múltiples fuentes y no solo de aquellas que avalan su forma de pensar, necesitamos tener un criterio propio basado en la duda y cuestionamiento de nuestra verdad para poder entender también la verdad de los otros. Entender la verdad del otro no significa aceptarla. Un elector informado no solo es dueño de lo que piensa, también es el constructor de un futuro y no una víctima de su ignorancia.
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