Existen dos formas de obtener el sustento para vivir y los ingresos para las cosas que deseamos: El trabajo y el robo.
Para Franz Oppenheimer, es posible aplicar esta clasificación a todos los medios que se usan en la sociedad, englobándolos en los ‘’medios económicos’’ cuando las formas se dan de manera voluntaria y pacífica (ej: un empleo, comercio) y los “medios políticos”, cuando las formas corresponden al uso de la fuerza y la amenaza de violencia (ej: extorsión, guerra). Si bien todos considerarían inaceptable, al menos de forma pública, el robo como un medio válido para vivir, se ha normalizado la tercerización de la aplicación de los medios políticos como algo moralmente aceptable, es decir, se apoya la extorsión mientras sea alguien más quien la aplique y me comparta el botín. Vivir del estado después de todo, es la forma más común de aceptar que el aparato de la violencia institucional extorsione a la ciudadanía y posteriormente le pague un sueldo o bono a sus votantes, con la elegante excusa de que ‘’es por el bien común’’.
Este modus operandi es tan eficiente para asegurar un ingreso sin tener que aportar valor al prójimo, que se ha afianzado como la forma de hacer las cosas en el país. Es la estrategia corporativista donde a algún colectivo le apetecen beneficios para sus miembros y se los exige al estado. Claro que estará bien, según ellos, que se use el dinero quitado a otras personas bajo amenaza de cárcel, para darles un ítem, un bono o una sede deportiva, pues son ellos el pueblo.
Dado que un sindicato y su correspondiente marcha con cohetes (o dinamitazos según el gremio) es la opción más aceptada de ‘’hacer valer los derechos’’, tal vez la forma más eficiente de hacer valer el derecho de la propiedad privada de los ciudadanos que financian a la casta política sea también la conformación de un sindicato propio. El Sindicato de Pagadores de Impuestos. Esperaríamos que este combata en su misma cancha los objetivos de federaciones y sindicatos varios que han elegido los medios políticos como estilo de vida a costa del resto de la población que, gracias a un uso mínimo de la razón, ha decidido ganarse la vida con un trabajo honesto.
Como primer reivindicación en nuestro nuevo instrumento político, demandaremos que nos dejen de llamar con el término ofensivo de ‘contribuyentes’. Contribuye alguien a quien le preguntan individualmente si quiere aportar; a alguien a quien lo amenazan con privación de libertad sólo se lo puede llamar víctima de extorsión. Por lo que nos auto-identificamos como pagadores de impuestos.
En segunda instancia exigiremos la completa abolición de la esclavitud. Ya que al ser obligados a que una parte de sus ingresos sean tributo al aparato gobernante y no poder decidir sobre los frutos del trabajo de forma plena, se considera que el aportante está siendo sometido a una esclavitud parcial bajo el feudo de la clase política.
Y finalmente, para mantener el pliego petitorio breve, pedimos el respeto irrestricto a nuestra costumbre milenaria de la propiedad privada individual, como característica intrínseca del ser humano en su soberanía absoluta sobre su propio cuerpo y el fruto de su trabajo, aplicado a los recursos con los que cuente. Tal como lo reconoce toda declaración de derechos humanos en una sociedad mínimamente civilizada.
A pesar de ser pequeña la porción de ciudadanos en el sector formal, no debemos olvidar que paga impuestos todo lo que consume también el sector informal, desde el IVA en la canasta básica hasta los exorbitantes aranceles a vehículos de transporte público. Por ello consideramos amplio el universo de personas a quienes puede interesar esta afiliación.
Considerando el papeleo requerido, avanzaremos con la estructuración de nuestro recién identificado gremio de forma orgánica y sin formalidades, hasta alcanzar la masa crítica necesaria para nuestra primera marcha con elementos ruidosos. A los interesados en ser parte del movimiento, se les recuerda que no necesitan un carnet de afiliación para defender su derecho natural a la propiedad individual y los frutos de su esfuerzo o para evitar el expolio de parte de la clase política y su parasitario sector público.
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