Nota al lector: aunque intenté evitarlo, luego de releer el artículo pude notar que sí hay cierto spoiler contenido en las siguientes líneas.
Luca, la más reciente producción de Pixar – o más precisamente de Enrico Casarosa –, es una película que opta por una narrativa lineal y fácil de digerir para dar con varios puntos a la reflexión. Es bien sabido que la cinta deja a libre interpretación temas como la orientación sexual de sus personajes o que introduce a la discusión sobre el “nosotros” y el “ellos”, es decir, los moldes de la sociedad y la identificación y marginalización de la otredad. Sin embargo, lo que pretendo analizar en este artículo, sin ánimos de hacer spoiler, es la gran cantidad de referencias al fenómeno de la migración y el sentido que subyace en este fenómeno.
Edgar Pacheco Bermúdez
Estudiante de Sociología. Coordinador de Comunicaciones de Estudiantes por la Libertad.
Luca Paguro es un joven – de alguna especie de ser que no es ni humano ni pez, ni ambas inclusive – que vive junto a su familia, en una especie de villa del campesinado en un arrecife. Sin mayor desarrollo del universo acuático, Luca vive entre cosechas de algas, pastoreo de peces, amas de casa y padres que participan en competencias tradicionales de algunas villas junto a sus mascotas exóticas.
En este sentido, Luca un día, parece responder a la curiosidad innata del ser humano (y aquí claro que uso “humano” porque la forma de razonamiento de Luca responde a la humanización de esa especie). Luca logra conocer la superficie, aunque con mucho temor, de la mano de Alberto, un joven de la misma especie subacuática que él. Ese primer acercamiento a lo desconocido con alguien que comparte su identidad, pero que, al mismo tiempo, parece contener otras experiencias y más conocimiento, le hace confiar al pequeño protagonista.
Luca empieza a darse cuenta que el mundo es algo más que aquellos campos de algas, los cardúmenes de peces que hay que pastorear, arrecifes y las cuevas donde decenas de especies como él y su familia se han ocultado de lo que ocurre en la superficie. A su vez, se ha dado cuenta que sus padres –la figura de autoridad–, por temor han empezado a ser más restrictivos con las acciones y decisiones que empieza a emprender el joven –lo más parecido a los Estados y el covid-19-.
Pero una estocada hace que Luca decida migrar hacia el conocimiento del mundo. Sí, solo conocer, lo que ha mantenido a Luca en constante discusión con sus padres ha sido el deseo de conocimiento; y esta última estocada se produce cuando sus padres deciden enviarlo a las profundidades del mar. Su tío Ugo parece describir muy bien lo que podría significar la ignorancia plena. El deseo de los padres, fundamentados en el miedo – quizá desde una concepción ilustrada de luz –, es privar a su hijo de la luz de la superficie enviándolo junto a su tío hacia las profundidades, aunque esto implique privarlo de la única luz que ellos mismos logran percibir, aunque esto suponga más presión y menos oxígeno para su hijo –que conste que me refiero a la presión y la privación de oxígeno producto del descenso hacia las profundidades, y no a la ejercida por toda autoridad hacia quien dice proteger-.
Ante esto Luca decide escapar junto a su amigo hacia el pueblo humano más cercano. El sueño de estos jóvenes no es más que conseguir una vespa –inspirados en un póster en el que sobresale la motocicleta junto al slogan “Vespa é libertá”–, el vehículo con el que pretenden rodar hacia cada rincón del mundo, percibiendo la libertad. Incluso, parece que más que la vespa, lo que directamente incentiva a estos jóvenes es el sentimiento de libertad, en su toma de decisiones, en velar por sí mismos y sin más límites que los que no supongan el daño entre ellos.
Sin embargo, aunque su paso por Portorosso parece ser de las mejores decisiones que han tomado, por el conocimiento que han obtenido y cuánto se han desarrollado. Los problemas inician cuando ambos reflexionan sobre el abandono de su propia identidad por encajar en una sociedad que solo les dará una vespa, cuánto han sacrificado de sí mismos y su identidad, por conseguir ese símbolo de libertad. Esto supone un punto de inflexión en la trama porque mientras Luca opta por seguir sacrificando lo que es, por ir a la escuela junto a Giulia, una niña que les brinda hogar y su posterior amistad en el pueblo, Alberto opta por reconocerle a Giulia que ellos son “los monstruos marinos” que han marginado tanto en el pueblo, esos que tanto miedo y desprecio han ocasionado. Algo a considerar es que tanto Luca y Alberto, como Giulia, no son oriundos o naturales de Portorosso, y eso es algo que comparten hasta el final de la producción.
Durante la trama, los jóvenes se enfrentan a Ercole Visconti, un personaje que parece estar entrando ya a la edad adulta, pero que se ha encargado de pisotear y caracterizar como súbditos y vasallos a todos los que son más pequeño que él –sigo hablando solo de personajes, nada de políticos, empresarios, ni Estados latinoamericanos–, incluso aprovechándose de los vacíos institucionales en Portorosso, logra inscribirse por sexta vez en una competencia única para niños en el pueblo. Pero esta competencia, junto a sus obstáculos son metáforas sobre el proceso de migración de los ciudadanos oprimidos hacia sociedades libres.
En especial, el orden de los obstáculos, es una clara representación del proceso de migración desde sociedades oprimidas hacia sociedades libres. La primera parte, nadar, tiene que ver con la difícil tarea de los migrantes al tomar la decisión, no es solo zambullirse y empezar a nadar, es enfrentarse a un entorno desconocido; la segunda etapa, comer, no se refiere al acto mismo de la comida, que si bien podríamos interpretar como la supervivencia misma del migrante, se refiere más a la adopción cultural y, sobre todo, de formas de vida de los naturales; y, finalmente, la subida en bicicleta hacia la colina con su posterior pendiente que trata de visibilizar que el gran problema no es lograr llegar a la cima luego de la adaptación cultural frente a la sociedad libre, sino en mantener el equilibrio frente a las pendientes naturales de las sociedades libres, sin caer, sin perder la carrera.
Sin embargo, creo que la premisa fundamental en toda la trama es no abandonar nuestra identidad – y no entendida como lo que nos caracteriza frente a un país, ciudad o región, sino a lo que nos hace nosotros, lo que nos hace individuos frente a la sociedad –, no renunciar a nuestra individualidad por “ser parte de”. Aunque la meta sea la libertad, si renunciamos a nuestro carácter de individuos, estaremos renunciando a lo que nos hizo anhelar la libertad.
Esta publicación expresa únicamente la opinión del autor y no necesariamente representa la posición de Students For Liberty. En el Blog EsLibertad estamos comprometidos con la defensa de la libertad de expresión y la promoción del debate de las ideas. Pueden escribirnos al correo [email protected] para conocer más de esta iniciativa.