Quizá nunca te diste cuenta y lo tomaste como un dato objetivo y sin crítica posible pero los mapas no son objetivos: son manifestaciones de la manera de ver el mundo según cada sistema de valores. En efecto, el Norte no está “arriba”, Groenlandia no es tan grande y muchos límites territoriales no son tales.
Nicolás Pierini
Estudiante de la Licenciatura en Ciencia Política y el Profesorado en Geografía en la Universidad Nacional de Mar del Plata
Coordinador Senior y Director del Departamento de Estudios de Estudiantes por la Libertad Argentina
Los mapas son parte de nuestra vida: la información que tenés en el Google Maps, la pizza que están esperando mientras ves como el repartidor se encuentra a tantas cuadras de tu casa, el GPS y muchísimas herramientas más, son sistemas de información geográfica que inundan nuestro mundo y lo facilitan pero, como cualquier reducción de la realidad, efectivamente no son la representación perfecta de esta. Cuando los geógrafos hacemos mapas, elegimos las cosas que queremos mostrar ya que todas estas no podrían entrar en un mapa. En efecto, cuando decimos que un mapa tiene una escala 1:5.000.000, eso significa que la realidad se redujo 50 millones de veces para entrar en mi mapa y en esa reducción, hay cosas que se pierden, cosas que se agrandan y cosas que son introducidas.
De esta manera, colores más profundos a la vista o elementos que son descartados o resaltados, se constituyen como una manera de mostrar la realidad, lo que no significa que ésta sea como nosotros la vemos en una representación cartográfica. Foucault, Eco y una enormidad de geógrafos y cartógrafos han demostrado que el mapa es sólo una manera de comunicar determinada realidad. Los textos son una, las imágenes son una, los discursos son una y los mapas son otra arma, pero muy poderosa.
Los nazis, por ejemplo, elaboraron mapas para su población, donde la representación de los territorios invadidos era presentada como parte del territorio alemán. Esto, no obstante, no es exclusivo de los regímenes totalitarios: incluso las Naciones Unidas han elaborado mapas donde los límites con disputas territoriales no han podido ser aceptados por los países en pugna (si pusieran de nombre Falklands y no Malvinas, los reclamos argentinos y de otros países serían más que severas).
El GPS, el Google Earth, aunque minimizan la subjetividad, no la eliminan. De hecho, la presencia del Norte en la parte superior es meramente una concepción aceptada por varios países en forma de convención, es solo una manera de entender al geoide terrestre. En sí, los mapas son historias con elementos objetivos como el relieve, pero en donde toda la presentación de los fenómenos terrestres responde a una cosmovisión personal del autor del mapa.
Nazis, comunistas, capitalistas, incluso el gobierno argentino son responsables de las creaciones de sentimientos arraigados en el imaginario colectivo donde el mapa viene a representar un mundo “tal cual es” pero esto, lamentablemente, no es tan así. Los mapas son simplemente relatos según determinadas y dogmáticas decisiones, no son la realidad per se.
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