La toma del poder de Hugo Chávez en febrero de 1999 sería un hito que marcaría como cicatriz en la piel en color rojo carmesí la historia contemporánea de Venezuela; y no para bien. Esa fecha daría inicio a un proyecto de poder totalitario que iría extendiendo sus tentáculos a lo largo, ancho y profundo de la sociedad venezolana, sumiendo al país en la peor crisis institucional, política, cultural, económica y, en suma, social, en magnitud y duración, de toda su historia.
Valiéndose del poder –cuya cara es la fuerza–, fue socavando y convirtiendo en herramienta de su arsenal de destrucción cada una de las instituciones de Venezuela, cada uno de los poderes que contemplaba una constitución hecha a la medida del mandatario; una constitución que le confiere un poder cuasi absoluto al Estado; esto es, una constitución 100% socialista.
Sobre el autor…
Roymer Rivas
Coordinador Local de Estudiantes por la Libertad Venezuela, autodidacta empedernido, amante de las ciencias sociales y asesor financiero.
Pasado el tiempo y llegando hasta nuestros días, 22 años después, somos testigos de la debacle totalmente previsible y esperada; una debacle comparable al apocalipsis bíblico; una debacle a la que tan solo podemos aproximarnos con los datos que presentaré a continuación –puesto que el impacto emocional/psicológico es mucho, mucho peor–:
- El 94% de la población venezolana se encuentra en condiciones de pobreza según ENCOVI 2021.
- Más de 5 millones de Venezolanos, que representa más del 15% del total de venezolanos que pudo haber residir el país (33 millones), han emigrado en busca de una vida mejor.
- La canasta básica de alimento ronda los 400$, en contraste con el salario mínimo de 2$ aproximadamente.
- Los servicios básicos –transporte, electricidad, agua, internet, telefonía– se califican en el rango de “deficiente” a “muy deficiente”; tan solo en el occidente del país, el promedio de horas continuas de electricidad diaria es de 7 horas, es decir, que pasan 17 horas sin ella; en lo que al agua respecta, solo el 1,33% de la población recibe agua corriente por más de 3 días a la semana e, incluso, en algunas zonas del país –Zulia, Guárico, Falcón, entre otros– deben caminar entre 4 y 5 kilómetros para abastecerse de agua.
- Buena parte de la comunidad internacional, al igual que muchos venezolanos, considera ilegitimo el gobierno del Nicolás Maduro.
- La industria del sector petrolero icono del país –PDVSA– se encuentra en ruinas, con demandas y embargos fuera del país por no poder cancelar su deuda.
- El consumo de carne y de alimento en general es deficiente; para principios de este año, tan solo 7 de cada 10 venezolanos consumían carne de res debido a su alto precio. Gran parte de la sociedad no está comiendo las 3 comidas al día y, de lo poco que come, no es suficiente para cubrir el mínimo necesario en cuanto a proteínas se refiere.
- La inflación acumulada del año 2020 fue de 3.713%; hasta octubre del presente año 2021 fue de 530% y la interanual de casi 1.500%.
- Debido a la inflación, la moneda de curso legal ha sufrido varias reconversiones –más bien, “reexpresiones”– en donde se le han quitado 14 ceros en solo 13 años; convirtiendo a Venezuela en el país que lleva la delantera en la región en lo que respecta a quitarle ceros a su moneda, seguida de Argentina con 13, Brasil y Bolivia con 12 y Perú con 9 –todas estas ocurridas en el siglo XX–.
- Para el año 2018, según el mismo Banco Central del país (BCV), la deuda externa ascendía a 148.000 millones de dólares ($). Suma impagable para la Venezuela actual.
- El PIB cayó más del 80% desde el 2014 hasta el 2020.
- Venezuela se encuentra entre los 10 países más corruptos del mundo desde el año 2010; para el 2020, era el quinto país más corrupto, solo detrás de Somalia, Sudan, Siria y Yemen.
- Según el Observatorio de Violencia, para el año 2019 fallecieron 16.506 personas por causas violentas –una tasa de 60,3 muertes violentas por cada cien mil habitantes, muy por encima de cualquiera de los otros países considerados violentos en América Latina–.
- Las instituciones educativas están en decadencia debido a la falta de recursos y/o a la mala administración de los mismos –sin contar la corrupción–; en la misma línea, de casi 8 millones de población estudiantil, solo asiste el 87%, y el 40% de estos dice faltar por problemas con servicio de agua, apagones, falta de comida en el hogar, transporte o falta de docentes. Es decir, motivado por la crisis, muchos profesores no imparten clases –algunos han emigrado, otros prefieren invertir ese tiempo en buscar otros medios de supervivencia dado que el salario no les alcanza ni para comer un día– y no toda la población estudiantil asiste a las mismas por no contar con los recursos para hacerlo; muchas veces los estudiantes tienen que decidir entre “asistir a clases sin comer” o “trabajar para comer”.
Lo expuesto hasta ahora es solo un roce de lo que padece el pueblo venezolano a raíz del Socialismo; un sistema que ha llevado a Venezuela a consolidarse como el país con la mayor crisis social en la historia de Suramérica. Es imposible calcular el daño emocional de las personas que hacen vida dentro del país y de aquellos que han tenido que alejarse de sus familias, de su tierra, en busca de una vida mejor. Sin embargo, no todo es malo, en los momentos más oscuros siempre hay luces que iluminan el camino para poder llegar a nuestro destino; y actualmente son muchas las luces con ansias de libertad –lo único capaz de crear una sociedad feraz sostenida en el tiempo– que están surgiendo en el país, no solo para iluminar a otros, sino para guiar, defender y, de ser necesario, luchar valiéndose de todas las herramientas a su alcance en pos de un mejor país. El camino está lleno de obstáculos, pero, en contraste, las ganas de brillar de esas luces –que son personas– son más intensas que una supernova; de modo que Venezuela tiene esperanza.
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