Lo hemos conquistado, lo venimos haciendo y debemos vigilarlo recelosamente. Las libertades individuales de las mujeres, su libertad e independencia económica no estaban garantizadas sino hasta hace cuantas décadas atrás. Basta retroceder ciertas décadas y recordar a la madre de nuestras abuelas o inclusive a nuestras abuelas, acerquémonos a aquellas épocas donde la igualdad ante la ley ni asomo tenía. Basta retroceder décadas para mirar con lucidez que los derechos sociales, económicos, culturales y jurídicos no podían ser otorgados sin algunas u otras limitaciones a las mujeres; actualmente los derechos que poseemos no tienen comparación alguna con lo que nos eran vetados y limitados otrora. Lo habíamos conquistado, habíamos conquistado nuestra libertad y deseamos avanzar. Al conquistarlo fuimos conscientes que disponíamos de libertad económica hecho prescindible que iría a parar en independencia económica y por ende libertad de acción, entonces muchas mujeres podían estudiar, viajar, emprender un propio negocio, comerciar con independencia. También fuimos conquistando nuestra cultura un tanto reacia y conservadora, advertimos que muchas de estas libertades estaban enmarcadas en una suerte de coacción y autolimitación producto peculiaridades culturales de occidente, lo que desde el liberalismo clásico se conoce como libertad negativa. Aún así, para el siglo XX muchos gobiernos ya eran conscientes de que la mujer era sujeto de derecho en las mismas condiciones de los varones, y que no sólo el trabajo podría ayudarlas a ser independientes -o la participación en la “industria pública” para dejar de ser oprimidas tal como decía Simone de Beauvoir- sino factor más importante de permitirles igual derecho de seguridad jurídica y otorgarles el manejo de sus propios bienes.
Ya decía Aaron Smith “la defensa del libre mercado es la defensa del individuo”, pues la libertad económica dotó a la mujer de libertad de acción, desde entonces la sociedad se vió bastante enriquecida con tanto potencial femenino, tan sólo pensemos en las grandes ciudadanas de diferentes nacionalidades, pensemos y observemos sus grandes inventos, incentivadas por las innovaciones de la época, la globalización y una sociedad cada vez más demandante de avances científicos y tecnológicos. En ese sentido, lo que determina la libertad económica de los individuos son varios factores, pero principalmente: que el terreno de libre mercado esté sembrado y la igualdad ante la ley de todos los individuos. Primero porque el libre mercado no sólo fomenta la creación de riqueza, sino también garantiza la innovación, pues da crédito a la competencia, eficiencia y creatividad, ya que incentiva a las empresas a mejorar en sus procesos para generar más utilidad, lo que desemboca en beneficio al consumidor y a la sociedad en general. Es la libertad económica que garantiza el crecimiento económico y por ende el nivel de vida de una población, pero es menester recordar que el desarrollo también está involucrado por demás factores como progreso social y sostenibilidad. Entonces, mientras mejor y mayor sea el avance en las libertades económicas de las mujeres mayor garantía para el progreso de nuestra calidad de vida en sociedad. Por el contrario, aquellos regímenes que albergan economías planificadas, en consecuencia no dan lugar a facilitar las libertades económicas de la población, pues las economías centralizadas o planificadas no garantizan del todo la innovación y los incentivos para el proceso productivo que genere riqueza, ya que son los políticos o personajes allegados al régimen quienes toman las decisiones económicas y no los agentes económicos. He ahí donde no cabe espacio para el intercambio de ideas en términos de innovación y eficiencia, he ahí donde el dinamismo de una sociedad libre no tiene lugar. La historia nos ha demostrado que una economía planificada tiene como consecuencia el fracaso económico y social, Venezuela nos ha mostrado a imagen viva el éxodo de miles de familias, la pobreza garrafal de sus ciudadanos, los sueños perdidos de muchas mujeres, y lamentablemente aquello que significaba su independencia económica se echó a perder, muchas venezolanas no sólo emigraron con sueños frustrados, sino también muchas se vieron envueltas en un ambiente de violencia, tanto dentro de su mismo país como en los países donde se refugiaban. Es lamentable recordar los hechos, de cómo las nefastas políticas de estado de quienes en su momento se presentaron como “el o los mesías” desterraron a miles de individuos arrebatándoles su libertad. En ese sentido, en los países donde la libertad económica se ve reprimida por los políticos, también se ven limitados los derechos individuales de las mujeres y se ve mermada su independencia económica y su libertad individual, más aún cuando pertenecen a un ambiente de violencia familiar o cultural.
Lamentablemente, a pesar de los hechos, solemos dar por hecho que dicha conquista es irreversible, asumimos que las libertades individuales tanto de mujeres como varones no podrían ser suprimidas. También en la misma línea de Venezuela -pero con una u otras diferencias- basta poner como claro ejemplo las aberrantes violaciones de derechos y el veto de las libertades individuales que sufren las mujeres del oriente para ser conscientes de la otra realidad. Asimismo, se suele afirmar que los derechos son producto de la evolución, pero queda remitirnos al mismo ejemplo, sociedades involucionando, donde no sólo pareciese que se quedaron congeladas en el tiempo, sino que al parecer se encaminan a una decadencia social. La conquista de las libertades individuales no es un hecho que no pueda tener retroceso, no podemos dar por sentado que el paso del tiempo necesariamente implica mayor libertad individual, y es por ello que debemos defenderla con recelo.
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