Tengo la percepción que muchas personas, en el Perú y en otras partes del mundo piensan que la Pandemia producto del COVID-19 está siendo controlada, y que por fin se abre la posibilidad real de volver a la tan ansiada normalidad. Sin embargo, uno de los escenarios que se podría hacer realidad es que la Pandemia sólo sea el preludio a situaciones más exigentes, retadoras y catastróficas producidas por los efectos de la automatización, la inteligencia artificial, el impacto de las nuevas tecnologías y el cambio climático.
Considero que el cambio climático es una realidad, y que este evento se debe a la emisión descontrolada de gases de efecto invernadero de nuestras actividades cotidianas o de las actividades de otros de las cuales “nos beneficiamos” al obtener bienes y servicios con los que satisfacemos nuestras necesidades materiales y motivos extrínsecos. Además, estoy convencido que como ciudadanos y agentes de cambio debemos tomar acciones concretas para reducir nuestras huellas de carbono para que se acrecienten las muy pocas posibilidades de no llegar a un desastre climático que eche por tierra cualquier deseo de desarrollo humano integral en nuestras comunidades y sociedades.
En estos días se está celebrando la Cumbre Mundial del Cambio Climático o Conferencia de las Partes COP 26 (del 31 de octubre al 12 de noviembre) en la ciudad de Glasgow, en el Reino Unido, para intentar actualizar los compromisos de los países para que la temperatura de nuestro planeta sólo se eleve en 1.5 grados al año 2100. Desafortunadamente, a pesar de la cuarentena del año 2020, las emisiones de los gases de efecto invernadero se han incrementado, lo que implica que la temperatura mundial pueda elevarse en 2.7 grados al finalizar el siglo XXI, escenario que de hacerse realidad implicaría una catástrofe climatológica a nivel mundial que en el mejor de los casos obstaculizaría las posibilidades de alcanzar mejores condiciones de vida de vastos sectores de la población mundial. Por lo antes descrito es necesario que, en consonancia al Acuerdo de París, en la COP 26 los países actualicen sus planes climáticos para lograr controlar la temperatura en rangos que eviten un desastre climático. Como se puede comprender los compromiso o promesas deben cumplirse, y desafortunadamente algunos presidentes y líderes como los presidentes del Perú, México y China no han asistido a la cita en la ciudad escocesa de Glasgow; de la misma manera China no ha actualizado sus compromisos y se ha comprometido a llegar a las emisiones 0 al 2060 y la India recién llegaría a las 0 emisiones en 2070, ¡20 años después del límite que plantea la ONU! Hay que tener en cuenta que el gran reto es seguir produciendo acero, cemento, vidrio y demás materiales que mejoran la calidad de vida de las poblaciones de los países pobres y emergentes sin emitir más gases de efecto invernadero. Por este motivo es de vital importancia hacer cambios profundos en la manera de cómo producimos, creamos, enfriamos/calentamos y cómo nos transportamos.
Sobre el autor… Héctor Alonso Espinoza Gutiérrez, es Coordinador Local de EsLibertad.
Las visiones prospectivas de los organismos multilaterales, gobiernos, Organizaciones no gubernamentales, científicos, intelectuales, etc., nos hacen caer en la cuenta que el tiempo para evitar un desastre climático se está acabando; es por esto que algunos colectivos de ciudadanos están alzando la voz sobre este serio problema que vamos a enfrentar en las próximas décadas y que distintas poblaciones de los 5 continentes están padeciendo en desastres naturales que cada vez arrecian con mayor frecuencia generando consecuencias negativas de por vida.
No cabe duda, que los países tienen diferentes grados de contribución en la emisión de gases de efecto invernadero, las naciones más industrializadas han emitido más toneladas de esos gases a la atmósfera, en cambio las naciones pobres o emergentes, tienen cuotas o aportes muy bajos en comparación con el primer mundo; sin embargo, los efectos nocivos de un desastre climático impactarán más profundamente en las vidas de los ciudadanos del tercer mundo y los países pobres y emergentes.
En setiembre último, el Presidente de la República Argentina, Alberto Fernández, en el Diálogo de alto nivel sobre la acción climática en las Américas, afirmó que los países latinoamericanos no han aportado sustancialmente en las emisiones de gases de efectos a la atmósfera y que por lo tanto los países industrializados deberían asumir sus responsabilidades por ser grandes emisores de los mencionados gases, que gracias a factores químicos y físicos impiden que nuestra atmósfera deje salir el calor que recibimos del sol. El presidente Fernández tiene razón, sin embargo, los países latinoamericanos serán muy afectados por los efectos del cambio climático o de un desastre climático. Los huracanes en América del norte y central serán más fuertes y seguidos, los fenómenos del Niño y de la Niña afectarán a las ciudades de América del sur, a los pastores de los Andes, los campos exportadores de Perú y Chile que se riegan con las aguas que vienen de los glaciares andinos que están desapareciendo. Asimismo, las sábanas argentinas, uruguayas y brasileñas serán afectadas por las sequías, como en el caso del río Paraná, etc. El cambio o la catástrofe climáticos de los próximos años exigirán de los gobiernos latinoamericanos planificar mejor las ciudades, los usos del territorio, cosechar agua, construir infraestructura resiliente al cambio climático y formar nuevas competencias en sus poblaciones para que podamos adaptarnos este nueva “Pandemia” que ya está generando efectos negativos en la vida cotidiana de nuestra gente.
En el discurso del Sr. Fernández identifico un componente ideológico al afirmar que “la codicia desmedida de los poderes fácticos nos está llevando al desastre”. Si esos poderes fácticos son el crimen organizado o los ciudadanos que buscan sacarle la vuelta a las normas, hay que combatirlos con medidas democráticas que fortalezcan la institucionalidad de nuestras sociedades, no creando instituciones sino promoviendo comportamientos que permitan reducir los costos de transacción entre las relaciones de intercambio de los individuos. Si los poderes fácticos son las empresas, debemos promover un marco que permita acrecentar la competitividad de los micro, medianos y grandes empresarios. La responsabilidad social empresarial es una herramienta idónea para apuntalar la sostenibilidad de las empresas, la sostenibilidad no es filantropía, sino que es un requisito para lucrar más, lograr más beneficios para los accionistas, financiar y pagar las obligaciones con los Stakeholders y aprovechar de manera eficiente y consistente los distintos recursos necesarios para lograr los objetivos empresariales. Y finalmente, si los poderes fácticos son los políticos, los activistas y los gestores de intereses es necesario que tomen conciencia del sentido de urgencia de evitar un desastre climático. Son una excelente herramienta los informes de los organismos internacionales, los científicos e intelectuales; para que los actores sociales sean conscientes de que los nacionalismos y los extremos ideológicos sólo acelerarán en desastre climático que nos obligue a abandonar nuestro planeta, y obviamente, no habrá posibilidad de escape o no habrá espacio para todos.
Bill Gates es autor del libro “Cómo evitar un desastre climático”, el cual es un buen esfuerzo de plasmar en un lenguaje de fácil divulgación el reto de llegar a emisiones cero de gases de efecto invernadero al año 2050. Hay una serie de acciones que tomar para lograr ese objetivo, sin embargo la investigación e innovación de los emprendedores, empresarios, científicos e investigadores le permitirán a la humanidad tener las herramientas concretas para gestionar el cambio climático y evitar un desastre climático; y en caso de fracasar; gracias a la libertad con la que actúen los protagonistas de la investigación, innovación y desarrollo, el mundo tendrá las medidas de geoingeniería que permitan de manera desesperada y artificial reducir la temperatura de nuestro planeta, este escenario será una realidad en caso que las acciones que tomemos entre 2021 al 2030 no logren los resultados esperados, o sea, si no se cumplen las promesas o compromisos que resulten de la COP 26.
Mis mejores deseos para que se alcancen los mejores acuerdos en la COP 26 y que todos los ciudadanos y agentes de cambio aportemos concretamente con nuestros esfuerzos en evitar un desastre climático. ¡Ojalá, lo logremos!
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