Últimamente la inflación es un tema común en las conversaciones cotidianas, incluso en casos donde se desconoce el concepto es nombrada bajo otras oraciones, como cuando dicen: qué alto está el precio de tal cosa, antes contaba mucho menos. ¿A qué se debe esto? ¿Qué significa la inflación? ¿Cómo nos afecta y a qué sector golpea mucho más?
La inflación en teoría no es más que el alza sostenida de los precios lo cual provoca una
pérdida de poder de compra. Si lo analizamos desde otra perspectiva, la inflación refleja que el dinero ha perdido valor y que cada día compras menos con el mismo dólar. Las causas pueden ser variadas, el gasto público es un factor inflacionario, sobre todo en contextos actuales donde los bancos centrales emisores de moneda financian a los gobiernos en sus distintos proyectos o programas sociales. La inflación se puede analizar desde dos frentes, como fenómeno monetario y como fenómeno fiscal, pero esta tendrá relación sobre qué tan independiente o no es el emisor de moneda. El primer frente de análisis hace referencia exclusiva a la oferta de dinero, si hay más dinero pues pierde su valor, no te compliques más; y la segunda tiene que ver con el descontrol de la política fiscal (si el estado gasta más de lo que gana, ¿Cómo paga sus deudas?) pues te lo habrás imaginado, cuando la política monetaria está subordinada a la política fiscal, o dicho de otra forma cuando el banco central está subordinado a los deseos del gobierno, se empieza a emitir financiamiento que tarde o temprano se derrama en toda la población y por ende más moneda en circulación, más inflación. Hay un factor importante que no siempre se analiza, pero al fin del día podría incluso ser el más importante, por lo menos en el corto plazo, las expectativas, por ejemplo, si los gobiernos se sobren endeudan y se considera que la deuda no se va a pagar y la forma de atenderla será mediante la inflación, a pesar de que aún no se impriman los billetes, si se anticipa la inflación esto afectaría a los precios, la demanda de dinero y de activos sustitutos del mismo.
Si la política monetaria fuera fuerte y rígida los gobiernos estarían más cautos frente a su política fiscal, controlarían el déficit y esta rigidez desde la política monetaria contrarrestaría de cierta forma la inflación, dicho en pocas palabras, un banco central totalmente independiente al gobierno contrarrestaría cierto efecto de la inflación. En la práctica esto no es siempre posible, pues gran parte de los estímulos y apoyos monetarios que en un inicio nacen desde lo político pero se ejecutan desde lo monetario, suelen ser en beneficio de la gran mayoría o por lo menos para solucionar un problema de interés común, por ejemplo, la pandemia, pues imagine usted, cómo reaccionarían las personas ante un gobierno que no tiene financiamiento para afrontar la compra de vacunas por ejemplo; lo importante es que esta financiación únicamente se de en momentos realmente críticos y de forma responsable, no caer en una espiral inflacionaria. En casos extremos incluso donde los bancos centrales no preserven de forma adecuada la estabilidad de su moneda puede darse una huida total de la misma, un rechazo total de la población por la moneda causaría algo similar a lo que ocurrió con el sucre en Ecuador, la población iniciaría adoptando otra moneda en la práctica (dolarización de facto) y luego las autoridades se verían en la obligación de reconocerla como oficial dentro del país (dolarización).
Además tenemos que analizar distintos tipos de deflación (acción contraria a la inflación), por ejemplo, a corto plazo sería algo políticamente incorrecto, mientras que la inflación en el corto plazo se muestra como algo políticamente correcto pero dañino a la economía en el largo plazo, aún más si no se trata de regularla y controlarla; a su vez otra deflación dolorosa en el corto plazo sería la de la reducción del crédito o el encarecimiento del mismo a través de las tasas de interés, pues sería una medida que afectaría directamente a los deudores que normalmente suelen ser la gran mayoría de la población de un país. La deflación a la que se debe de apuntar es la referente al aumento de la productividad, es decir, se logran precios más bajos en la economía mediante la mejora tecnológica y mejor eficiencia en la producción, por ejemplo y validando en palabras de otro autor “las bajas reales son favorables a los compradores sin ser perjudiciales a los vendedores, y las subidas reales producen un efecto opuesto” (J.B.Say, 1803); resultaría así en una moneda más fuerte lo cual permitiría mejor capacidad de compra de las personas tanto de forma local como internacional, sin necesidad de encarecer los créditos de forma brusca o recortar los programas sociales de la noche a la mañana. Dicho de otra forma, si un crecimiento económico es resultado del crecimiento de la producción, es decir un crecimiento del PIB y una mejora del empleo, se consideraría un crecimiento económico real y sano, pero si la aceleración de la economía es resultado de inyección monetaria y medidas fiscales, estamos hablando de una subida económica que trae consigo una inflación inminente a futuro.
Incluso los desbalances de oferta y demanda tienen protagonismo dentro de la inflación, pues, por ejemplo, en el 2021 con la relativa recuperación económica post COVID, las empresas aún no terminaban de superar sus cuellos de botella y la demanda exigía bienes, razón por la cual también se ven afectados los precios, por ejemplo, la actual crisis de microchips, o los elevados precios de los fletes. Cuando existe un desbalance entre oferta y demanda (en el sentido de exceso de demanda) y a su vez la oferta no logra aumentar su capacidad de producción, los precios se mantienen altos debido al limitante número de bienes en stock. La pandemia también trajo consigo un cambio estructural en el mercado laboral que termina afectando a los precios, pues existió una fuga de mano de obra, por ejemplo: personas anticipando su jubilación debido al miedo a contagiarse en su trabajo, o personas que abandonan el mercado laboral para emprender, pues la pandemia demostró lo frágil que puede ser la estabilidad laboral en ciertas áreas, esto dejó menos surtido el mercado de mano de obra, por ende el ejercito de reserva como se le conoce se redujo o quizá quedó incluso cercano a valores nulos cuando la economía demandaba más cantidad de bienes debido a la recuperación, razón que elevó los salarios y ya te lo imaginarás, una elevación de los precios.
Ahora pensemos, luego de explicar un poco todo lo que implica la inflación, ¿a quién afecta más?, usualmente los sectores con mejor poder adquisitivo de la población utilizan parte de su riqueza en la inversión de activos sólidos y de reserva de valor, por ejemplo viviendas, terrenos, obras de arte o artículos de colección (tradicionales o digitales como los NFT), activos físicos o no físicos de reserva de valor que suelen ser activos cuya oferta es totalmente inelástica o dicho de otra forma cuya oferta está dada y no va aumentar (metales preciosos o incluso ciertas criptomonedas); por otro lado, los sectores con menos ingresos suelen vivir al mes, en ciertos casos al día, y suelen ser menos propensos a la inversión ya sea más segura o más arriesgada ya sea por falta de conocimientos financieros o desinterés general. Es decir, mientras que un grupo de la población usualmente tendría un refugio frente a la inflación, el otro no. Y lo más irónico acá es que son estos últimos quienes aplauden las inyecciones de capital agresivo para ayudas sociales. Con esto no quiero decir que no deban existir los programas de asistencia social, son indispensables para garantizar cierto nivel digno de vida dentro de una población, pero como dije antes es clave que estos lanzamientos de estímulos se den de forma responsable y técnica. Pues como diría J.B. Say (1803) “las compras sin necesidad y los socorros no pueden perpetuarse, y al momento en que lleguen a cesar, las personas se hallarán exactamente en la misma posición penosa de que se ha querido sacarlos. Se habrían hecho sacrificios y gastos sin ningún provecho más que el de haber retardado un poco la desesperación de esta gente”.
Podemos resumir todo este embrollo en el siguiente fragmento del libro “Tratado de economía política” (1803) de Jean-Baptiste Say:
“Es pues la costumbre y no la ley de un país la que hace que cierta mercancía, … sea moneda…es pues necesario que la mercancía que sirve de moneda sea de una extracción bastante difícil para que aquellos que la reciben no teman verla envilecida en muy poco tiempo… Y tanto mayor es la disposición para recibir a cambio una mercancía, cuando mayor es el número de parajes donde esta misma es también admitida del mismo modo… Ningún gobierno puede aumentar sino nominalmente la suma de la moneda de un país, puesto que, si aumenta su cantidad, disminuye su valor y viceversa”
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