En las últimas semanas el miedo se ha apoderado de la población por una multiplicidad de elementos provenientes de un mismo fenómeno: el Corona Virus (COVID-19). Contagiar, ser contagiado, cifras, fechas estimadas (lejanas) para la cura o vacuna, escasez, desempleo, medidas transitorias que se temen puedan permanentes producto de la incertidumbre de la duración de esta situación. Sin embargo, sin restarle importancia a este virus, uno de los elementos al que más atención hay que prestarle es al grupo de Jefes de Estado y de gobierno que manejan al mundo en estos tiempos de crisis.
Autor
MICHELLE BERNIER ZAVALA
En tiempos de incertidumbre, las personas suelen buscar desesperadamente noticias o hechos que puedan acomodar a su propia visión de “optimismo de supervivencia” que les permita sentir que esta situación está bajo control, lo cual suele ser manipulable por los actores políticos para legitimar decisiones que en otro escenario serían discutibles e incluso públicamente rechazadas por los distintos actores sociales.
La semana pasada, algunos medios hacían figurar a China como “el héroe” por supuestamente haber desarrollado la vacuna del Coronavirus. Hoy en día, se dice que Venezuela es ejemplo en América Latina por lo estricto de sus medidas. La pregunta sería: ¿Desde cuándo las restricciones y el autoritarismo -más cercano de ser desmedido que cualquiera otra cosa- genera sensación de seguridad en temas de salud pública? ¿Estas medidas autoritarias compensan el cúmulo de medidas previas que han destruido el sistema de salud y que han llevado a Venezuela a ser uno de los territorios más vulnerables a la pandemia?
La corriente de pensamiento que afirma que los países autoritarios son los que mejor responden a este tipo de crisis debido a que les resulta más fácil controlar a la población fallan al ver cómo ni siquiera China, con un poder político sumamente concentrado, ha podido contener el virus, a pesar de tener el poder para imponer un arresto domiciliario masivo a través de decretos autoritarios. La policía estatal china públicamente saca de sus coches a las personas sospechosas de llevar el virus, las esposan a la fuerza en vehículos de materiales peligrosos y las transportan a los hospitales de las prisiones. Los ciudadanos chinos que se pronuncian públicamente contra el manejo de la crisis por parte del gobierno chino son arrestados.
Para tornar el tema hacia un caso más conocido: Venezuela. ¿Qué ha hecho Venezuela? También reprimir, mentir en las estadísticas, ordenar el cierre de negocios, y destruir la poca economía que quedaba, ya que ahora el régimen no solamente suspende las jornadas laborales sino que aun conociendo la poca credibilidad que posee, promete hacerse cargo de los salarios a través de un sistema que no funciona. Pareciera que las medidas que ha tomado Venezuela están más enfocadas a causar alarmismo que a verdaderamente solucionar algo.
Gran parte de la población venezolana sí se está quedando en sus casas, tanto porque ven una sanción autoritaria ante determinada acción, lo cual hace referencia a una política que promueve la actitud social pasiva, aislada, temerosa y dependiente, como también una consecuencia de muerte casi segura en caso de contagio por deficiencia del sistema de salud pública e incluso insuficiencia de capacidad de los pocos establecimientos de salud privada.
Los defensores de este tipo de medidas, como el confinamiento, recurren al ejemplo chino el cual supuestamente (debido a que el gobierno chino no se ha caracterizado por ser veraz ni mucho menos preciso en sus cifras) ha logrado disminuir la difusión del virus, omiten adrede el hecho de que ello no ha eliminado el peligro de que se den nuevos rebrotes que obliguen a reinstaurar la paralización total de la vida ciudadana. No podemos confundir la construcción de hospitales o limpieza calles, con el trato autoritario (anteriormente superado a fuerza de revoluciones por libertades ciudadanas) a personas. Cada una de sus acciones pueden generar un adoctrinamiento fatal para quien lo recibe, e incluso contagiar a parte importante de la población adoctrinada admiración fundamentalmente irracional y peligrosa para las libertades ciudadanas.
La realidad es que la gestión de la crisis, por más que necesaria, es de cuidado por el exceso que puede verse en la actividad del Estado justificándose en esta situación anormal y extraordinaria, lo cual, al correr a cargo de regímenes cuya primera reacción es desconfianza respecto de ellos (p. ej.: China y Venezuela) y los cuales dedican ingentes recursos a la censura y al control.
Sin transparencia no hay confianza, y sin confianza es muy difícil gestionar una crisis originada en el contagio de una enfermedad, en la cual se implican gobiernos, opiniones públicas, instituciones internacionales y prácticamente todos los actores de relevancia en la sociedad global que hoy vivimos. La pandemia la sufrimos todos y su cura depende de todos. La falta de confianza en alguno cualquiera de los eslabones puede (y en efecto así se ha visto) generar rumores infundados, las teorías de la conspiración, la xenofobia y la epidemia del miedo, elementos excelentes para dramatizar y agravar cualquier peste y que son resultados directos del peor virus del mundo: el autoritarismo.
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