El filósofo estadounidense Robert Nozick, dio una particular e interesante respuesta a la pregunta ¿por qué los intelectuales se oponen al liberalismo? Hoy, a modo de homenaje, resumiremos la idea central en la que se basa su simpática respuesta.
Esfuerzo, elección e imposición
Esfuerzo y elección
La premisa es que los intelectuales suelen inclinarse por el lado izquierdo del espectro político. Esta inclinación, según argumenta Nozick, se explicaría por una cuestión de expectativas, debido a que en los círculos académicos y en la educación formal se acostumbra a premiar e incentivar a los buenos estudiantes, a los pensadores sagaces.
No obstante, en la dinámica de mercado los premios no se distribuyen por la lógica del esfuerzo, muy por el contrario, los mecanismos de producción de “premios” (riquezas) al que están habituados los intelectuales resultan ser totalmente opuestos en el mercado, truncando sus expectativas ya que el funcionamiento subyacente está atravesado por las elecciones individuales y las preferencias.
Ciertamente el esfuerzo es importante y si éste está correctamente dirigido puede traer consecuencias muy gratas a nuestras vidas. Sin embargo, el esfuerzo en y por sí mismo no asegura ninguna compensación monetaria. Nadie me pagará una cuantiosa suma de dinero por asear laboriosamente mi hogar, pero probablemente mis invitados se sentirán complacidos de estar en una casa limpia y aseada.
Los frutos del esfuerzo pueden ser muchos y muy variados, pero no todas las personas valorarán todos los esfuerzos como uno quisiera. Este es uno de los temas centrales de Nozick: que tenemos valores muy distintos, gustos muy diversos y que en razón de ello tomamos decisiones.
Pero aunque no hemos descubierto la pólvora por percatarnos de que en nuestra sociedad hay tantas personas como gustos diferentes, los amantes de la Play Station siguen pensando que son mejores que los de la Nintendo.
Por supuesto que el valor que los intelectuales le atribuyen a “las letras” es supremo, sin embargo, aun cuando pueda molestarnos la idea, Minecraft vende más unidades que Matar a un ruiseñor
Porque al final de todo es la elección de cientos de miles de personas quien gana la contienda y quién satisfaga mejor esas preferencias se llevará las mejores retribuciones.
La imposición
Para comprender mejor la idea de las preferencias podemos pensar en una economía de trueque: en esta usted tendría que intercambiar productos buscando la coincidencia entre las necesidades suyas y las del otro; no pretenderá usted imponerle a otro aceptar sus calcetines de lana a cambio de una canasta de manzanas cuando el hombre necesita huevos frescos.
El problema radica entonces en la influencia que pueda tener un intelectual y en cuán equivocadas puedan estar sus ideas. No debería permitírsele al “soñador” moldear el mundo a su antojo, más aún cuando sus preferencias resultan ser tan reticentes a la variedad.
En conclusión, la imposición y el control sobre la actividad de los individuos no permitiría satisfacer las necesidades de nadie, tampoco los deseos y las preferencias. Desde este prisma lo mejor sería dejar a las personas elegir libremente. En una sociedad articulada en torno al mercado la división del trabajo permitiría cubrir las necesidades y deseos de un gran número de personas.