Un fenómeno insolente azora con agudeza en las mentes de los ciudadanos y se profundiza con altivez en la academia y en los medios de comunicación adquiriendo más intimidad con la opinión pública. Proliferan las quejas en torno al sistema al que le debemos el no vivir en la miseria, nos extraviamos en nuestro sofá mientras se cercena con demasía el propulsor causante de nuestra preciada burbuja de confort; capitalismo derrochador, destructor del medio ambiente, idiotizador, desmoralizador y fundador del consumismo, son algunas de las grandilocuentes etiquetas que un ciudadano promedio con empaque progresista utiliza para criticar aquello mismo de lo que él es producto.
Modernidad líquida, efímera, cambiante, volátil, egoísta son el top de los adjetivos más usados por los “iluminados” para describir con opulencia moral el sistema de los “perdidos” “de los hombres masa” productos del capitalismo consumista. Los iluminados tienen buen marketing, su empaque es atractivo y colorido, lleno de eslóganes ufanos con su propia forma de ver la realidad, sin embargo, encontramos que su sabor es insulso e igual de superficial que aquello que pretende criticar, puede que la forma y los colores con los que se presenta sea diferente a lo que siempre está en la estantería de golosinas, sin embargo, cuando lo pruebas, al igual que todas las demás golosinas encuentras con simpleza que se reducen a azúcar procesada.
Según los videntes nos estamos enfrentando a una de las más desaforadas patologías, una endemia mundial, un sacrilegio contra el alma que amenaza con el verdadero y sublime significado de la vida humana, el invidualismo, el egoísmo y el sálvense quien pueda que socava despreciablemente con el bienestar material que es supuestamente inherente a cada ser humano, la razón de aquella deplorable enfermedad justamente ha tenido respuesta en el capitalismo egoísta y consumista, culpable de la vertiginosidad de nuestra sociedad, capitalismo que sarcásticamente es el creador de nuestras condiciones que eran anteriormente impensables y al que precisamente le debemos nuestra conciencia “compasiva” con el otro.
Lo que es verdaderamente intrigante, es como los detractores de este “neoliberalismo” consumista son perpetuadores de su propia congoja; gracias al modelo de Estado de bienestar instaurado en occidente y santificado por los iluminados ensoberbecidos por su superioridad moral, el bienestar se ha convertido en el objetivo principal de todo gobierno. Lo irónico es que este modelo de Estado que paradójicamente es apoyado fervientemente por los videntes de nuestra sociedad críticos extremos del etéreo consumismo se ha concentrado en crear pródigos.
El actual esquema económico keynesiano se exulta y celebra el consumo sin frenos desplazando el ahorro y la sensatez de la mentalidad de los civiles, bajo la premisa de que más consumo es sinónimo de una economía estable, todos tendrán más empleo, las empresas crecerán, el bienestar será mayor y todos seremos felices, sin embargo, “los resultados no están sujetos a elección” (Palmer., 2012). Como los mismos vituperadores del consumismo recriminan en sus cuentas de twitter, el consumo es algo volátil y cuando es en exceso se transcribe en un ahorro exiguo, malas inversiones y poca capacidad adquisitiva.
La insensatez engulle vilmente la estabilidad, el preste ahora para pagar después sin contar con los fondos necesarios solo es sinónimo de inmadurez justificada por una falsa sensación de seguridad irrestricta que algún día se ha de pagar. Es hora de rememorar que somos el reflejo de lo que reprochamos, que el asueto por lo volátil y que absurdamente enaltecemos en nombre de bonitas intenciones, no borre la diligencia, la visión a largo plazo, el ahorro sólido y las inversiones acertadas pilotos de una sociedad impertérrita, es hora de ponderar quienes son los verdaderos creadores del consumismo despilfarrador., la diligencia, el ahorro sólido y las inversiones acertadas son la guía para crear una sociedad impertérrita.
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