Daniel es una persona que disfruta de los demás y de las buenas conversaciones. Su objetivo intelectual es entender por qué suceden las cosas y cómo funcionan éstas. En su blog escribe periódicamente breves entradas sobre variados temas que confluyen en la curiosidad, búsqueda y encuentro. Es licenciado en Derecho por la Universidad Anáhuac.
En el platicar diario, en los titulares de los medios de comunicación y en los análisis de instituciones financieras ha venido diciéndose que la pandemia del COVID-19 ha generado impactos económicos importantes. Afirmaciones en ese sentido se han hecho en el 2020 “Crisis económica por COVID-19, la más profunda que hayamos vivido”, “La COVID-19 (coronavirus) hunde a la economía mundial”; en el 2021 “La difícil situación económica que generó la pandemia”, “Golpes que el COVID dio a la economía” y también en el 2022 “La pandemia de COVID-19 dio lugar a la mayor crisis económica mundial en más de 100 años”, ”La economía mundial, aún titubeante debido a la pandemia”.
Independientemente de los aciertos y desaciertos que pueden encontrarse en los artículos recién mencionados. Es importante destacar que la narrativa asumida a priori en buena parte de ellos es que la causa de los impactos económicos fue la pandemia, el virus. Consecuentemente, los malos tiempos que hemos pasado y hemos de pasar se deben al coronavirus.
Sin embargo, cabe preguntarse si esa afirmación es o no correcta. Ha que cuestionarse dónde queda el papel del ser humano en esto, después de todo, la economía es una actividad humana que tiene por agentes a las personas.
Hay voces disidentes que alegan que el factor determinante en el desempeño económico ha sido la reacción frente a la pandemia. Sostienen que las decisiones importan y, en el caso, las acciones realizadas por los gobiernos, otorgándose la facultad de decidir por las personas dentro de sus territorios, son las que más impacto negativo han tenido. La reacción que se tuvo frente a la pandemia es lo que ha agravado los problemas económicos, mas no la pandemia en sí. Así lo afirmó tajantemente Ryan McMaken del Instituto Mises:
Las «paralizaciones» económicas coactivas —aplicadas con multas, detenciones y licencias comerciales revocadas— no son el resultado natural de una pandemia. Son el resultado de decisiones políticas tomadas por políticos que han suspendido las instituciones constitucionales y el reconocimiento legal de los derechos humanos básicos.
Para verificar que las decisiones impactan en los resultados basta hacer un simple recorrido en la diversidad de comportamientos observables que han tenido los individuos y las instituciones frente al virus: pro mascarillas y anti mascarillas; pánico vs indiferencia; pro vacuna vs anti vacuna; encierros forzosos vs distanciamiento voluntario y un largo etcétera que incluye muchas zonas grises entre tales extremos.
Bien dijo Andrew Powell, “esta no es una recesión normal, en gran medida fue autoimpuesta con el fin de frenar la propagación del virus”. El hecho de que esos esfuerzos hayan ocasionado desviaciones económicas es una prueba de que lo que trasciende en los resultados son las acciones realizadas, basadas en las decisiones que cada quien llevó a cabo o que no pudo llevar a cabo porque el gobierno se lo impidió al decidir por ellos.
Hoy en día hay información suficiente para saber que el instrumento inicial favorito para evitar la propagación del coronavirus (los cierres forzosos o cuarentenas) no solo no logró lo buscado, sino que tuvo consecuencias nocivas en muchos ámbitos y no solo en el económico. (Para ahondar en ese asunto ver aquí, aquí, aquí, aquí, aquí y aquí).
No solo los gobiernos tomaron decisiones ilegítimas que le correspondía a los ciudadanos tomar y luego los coaccionaron a obedecerlas, sino que también efectuaron acciones que retrasaron soluciones viables contra la propagación del virus y otras que empeoraron la ya de por sí mala situación económica derivada de las cuarentenas forzosas. Como ejemplos de retraso consciente de soluciones vale recordar que ciertos gobiernos intencionalmente pusieron trabas a las pruebas caseras de covid-19, o que colocaron obstáculos burocráticos que retrasaron la aplicación de la vacuna durante casi un año, pues el desarrollo técnico de la misma duró tan solo unas horas.
Igualmente, se han tomado medidas de “ayuda económica” que lejos de auxiliar a la población la perjudica, como el control de precios en Argentina, o los planes de estímulo que están teniendo consecuencias no deseadas dañinas para los individuos y para la economía en general.
Lo esencial es tener presente que la manera en que se reacciona frente a un hecho incide directamente sobre sus efectos y consecuencias. Si se actúa erróneamente frente a un hecho, muchas de las consecuencias negativas derivan de ese actuar y no del hecho en sí. Diferéncialas es fundamental. Una vieja enseñanza sobre la toma correcta de decisiones, que aún no terminamos de aprender, nos la dio Esopo hace más de dos milenios con la fábula de La Cigarra y la Hormiga. Hagámosle caso:
Durante los rigores del invierno, cuando los granos suelen humedecerse, sacaba una Hormiga sus mieses reservadas al sol; una Cigarra hambrienta le pidió limosna; pero la Hormiga, negándosela, le dijo: “¿Por qué en el verano no haces acopio como yo?” – “No creas que estaba ociosa (repuso la Cigarra); pero como era verano, tenía que cantar”. – “Pues, hija, la que en verano canta, que baile en el invierno”.
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